La naturaleza es sabia, y sabe de rugby: con Córdoba al borde de la eliminación y Tucumán a un paso de clasificar, al clásico no le faltaban ingredientes. Pero apareció la lluvia, para darle un toque extra de dificultad. Al que más le complicó la vida fue a la "naranja", cuyo corazón explotó cerca del final para revertir una derrota que parecía sentenciada. En los últimos 15 minutos, pasó de 0-9 a 10-9 y, además de asegurarse un lugar en la fase eliminatoria, se dio el gusto de dejar en el camino al campeón de los últimos dos años y obligarlo a jugar por la permanencia en la categoría.
Cada uno mostró sus atributos en los primeros minutos, pero les costó ejercer un dominio con claridad. Faltaba nivel técnico, por lo que la consigna era sumar puntos cada vez que se tuviera oportunidad. El tema es que Córdoba parecía tenerlo más claro. Consciente de lo que le esperaba, Tucumán esperó agazapado, y a cada embate local, respondió con su potente juego de forwards. Sin embargo, al no tener un buen control de pelota, fue cayendo en las redes de un Córdoba más claro en su juego, pese a la presión de saberse obligado a ganar. Con dos penales, se adjudicó el parcial por apenas 6 a 0.
El dominio cordobés se hizo más notorio en el segundo tiempo, y parecía que la "naranja" tendría que esperar hasta la última fecha para resolver sus aspiraciones. La defensa tucumana logró esterilizar los intentos del bicampeón, pero el trámite se tornó monótono y reiterativo. Aproximaciones a las haches, muy pocas.
Hasta que llegó el momento de resucitar: un penal de Máximo Ledesma le recordó a su equipo que el triunfo esperaba a unos cuantos puntos de distancia. Se ordenó el scrum, se controló el óvalo y el "Tostao" Matías Orlando se encargó de depositarlo bajo los palos a cinco minutos del cierre.
Desde allí, Córdoba fue un manojo de nervios, incapaz de salvar ese único punto que les quitó la doble corona de cuajo.